En un lapso de menos de un mes, la Reina Letizia ha tenido que despedirse de sus dos hijas, lo que deja su hogar en silencio. Este fenómeno, conocido como el “síndrome del nido vacío”, suele afectar más a las mujeres, especialmente a aquellas que se encuentran en torno a los 50 años. Expertos revelan estrategias para manejar esta situación con éxito.
En un breve lapso de dos semanas, la Reina Letizia ha debido despedirse de sus dos hijas. En primer lugar, tuvo que darle un afectuoso adiós a la Princesa Leonor, cuando esta se unió a la Academia de Zaragoza para someterse a una instrucción militar de tres años que la llevará a convertirse en la capitana general de las Fuerzas Armadas, manteniéndola alejada de su familia.
Casi sin tiempo para asimilar esta partida, llegó el momento de separarse también de la Infanta Sofía, quien ha comenzado su bachillerato en el UWC Atlantic College de Gales, siguiendo los pasos de su hermana mayor.
Aunque no es la primera vez que la Reina Letizia ve a sus hijas partir, esta ocasión es única al verlas alejarse de casa al mismo tiempo. El resultado es un nido vacío. Este escenario es familiar para muchas mujeres y deja una huella emocional, en mayor o menor medida. Acostumbradas a administrar una casa llena de actividad, a equilibrar múltiples tareas y a desempeñar roles de madre protectora y guía, de repente se enfrentan a una nueva fase. Esta transición, como explica la psicóloga Laura Palomares, directora de Avance psicólogos, puede generar ansiedad y hasta síntomas depresivos.
Si bien ambos padres sienten la partida de los hijos, el síndrome del nido vacío tiende a afectar más a las mujeres. Esto se debe a que, culturalmente, han asumido tradicionalmente el rol de cuidadoras. Aunque en algunas familias esta dinámica está cambiando y los padres también se involucran, suele ser en las mujeres donde recae el mayor valor en la crianza y educación de los hijos, ya que esto forma parte fundamental de su sentido de identidad y crecimiento personal.
Laura Palomares ha atendido a muchas personas que atraviesan por este momento y han experimentado fuertes sentimientos de depresión. A menudo, no comprenden plenamente lo que están sintiendo. En algunos casos, incluso puede haber una frustración contenida hacia los hijos por independizarse, lo que añade un peso emocional a este proceso, en forma de culpa.
Con el tiempo, el proceso de comprensión ha ayudado a estas personas a ver la situación desde una perspectiva diferente. Reconocer que el vínculo con los hijos no se desvanece con el tiempo y va más allá de las tareas cotidianas y la proximidad física es un paso esencial en la terapia. Esto implica aprender que la conexión con los demás no se trata solo de hacer cosas constantemente por ellos, sino de simplemente estar allí, acompañándolos a lo largo de sus diferentes etapas de vida, sin olvidar nuestras propias necesidades y la importancia que tenemos como individuos.
Por lo tanto, el proceso de adaptación al síndrome del nido vacío es gradual y único para cada persona. En muchos casos, compartir experiencias y emociones con amigos y familiares puede brindar un gran alivio. También es importante recordar que buscar apoyo profesional, como la terapia, no es una señal de debilidad, sino un paso valiente para enfrentar y sobrellevar esta nueva etapa de vida.
Más que la simple añoranza
Preguntamos a los expertos acerca de los síntomas del síndrome del nido vacío y cómo distinguirlos de la tristeza común o el sentimiento normal de extrañar a un hijo. Laura Palomares responde: “Se trata de un estado de ánimo bajo, la sensación de perder el sentido de la vida, falta de motivación, desgano, pérdida de ilusión, ansiedad, irritabilidad, problemas para dormir o comer y una marcada disminución de la autoestima”. Explica que con cada nueva etapa o ciclo vital, enfrentamos cambios a los que es difícil adaptarse inicialmente. Sin embargo, es cuando los síntomas depresivos o de ansiedad persisten en el tiempo que es necesario preocuparse y tomar medidas. Las señales que indican esto incluyen cambios bruscos en el estado de ánimo, tristeza profunda, mayor irritabilidad de lo normal e incluso llanto impredecible. Además, la falta de motivación y una sensación de desesperanza deben ser observadas de cerca, junto con los aspectos relacionados con la autoestima y el sentido de la vida.
Existe un perfil particularmente propenso a experimentar este síndrome: las mujeres alrededor de los 50 años. Esto se debe a que a esta edad, el proceso del síndrome del nido vacío coincide con los cambios vinculados a la menopausia. No se trata solo de lidiar con la pérdida de un estilo de vida y la convivencia con los hijos, sino también de enfrentar el duelo por una etapa de la vida que se aleja de la juventud. Se desencadena una crisis de identidad fuerte, relacionada con la percepción de uno mismo y la autoestima. En muchos casos, la persona que atraviesa esto puede creer que ya no es importante porque no se siente necesitada.
Además de las creencias relacionadas con la edad, como la noción de que nos volvemos menos útiles e influyentes a medida que envejecemos, hay otros factores que influyen en este síndrome. Se encuentran rasgos de personalidad excesivamente autoexigentes y una comprensión del vínculo con los hijos que se basa en estar físicamente presente casi todo el tiempo. Según la psicóloga, cuando estos factores se combinan, es fácil quedarse estancado y enfrentar dificultades al abordar esta nueva etapa de la vida.
Es fundamental comprender que cada individuo tiene su propio camino para enfrentar el síndrome del nido vacío, y no hay una única manera correcta de lidiar con él. La autoexploración, el apoyo social y, en algunos casos, la orientación de un profesional de la salud mental pueden ser recursos valiosos para sobrellevar este proceso. En última instancia, el objetivo es encontrar un equilibrio entre seguir conectado con los hijos mientras se permite el crecimiento personal y la adaptación a esta nueva fase de la vida.
Un ejemplo como el de la Reina Letizia, cuyas iniciales son M.P. y tiene 60 años, muestra cómo enfrentar el vacío cuando su único hijo se mudó a Málaga y ella quedó sola en una casa vacía como viuda. La tristeza la aisló por completo: no salía de casa, evitaba la televisión, apenas contestaba llamadas de amigos y su dieta se limitaba a lo que encontraba en la despensa, sin alimentos frescos. Sin embargo, un punto de inflexión ocurrió cuando se sintió enferma y se dio cuenta de que estaba sola y necesitaba ayuda. Este susto la llevó a buscar apoyo, y una amiga la animó a ver a una psicóloga. Con el tiempo, aceptó la terapia, recuperó su vida social y retomó actividades.
Este proceso puede entenderse como un duelo, un proceso natural en la mayoría de los casos. Implica pasar por varias etapas: negación, ira, negociación, tristeza y finalmente aceptación. Expertos como Isabel Aranda comparan esto con las etapas del duelo definidas por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, quien hablaba sobre la muerte. En este caso, se trata de adaptarse a la nueva realidad de tener un nido vacío a medida que los hijos se independizan, lo que conlleva cambios significativos en la vida y en las relaciones familiares.
La duración y la intensidad del síndrome del nido vacío pueden variar mucho. Algunos padres pueden sentir alivio y emociones positivas al tener más independencia y tiempo para sí mismos. Cuando ambos padres están juntos, la compañía mutua puede hacer que el síndrome sea más llevadero. Algunos padres encuentran nuevas formas de disfrutar su tiempo y vida sin los hijos en casa, mientras que otros pueden experimentar sentimientos de tristeza que pueden durar hasta un año.
Mari Luz, una autora de consejos para cincuentástik@s en YouTube, también comparte su experiencia. En su caso, tener a su esposo Luis como compañero ha hecho más llevadero el vacío que dejaron sus dos hijos al independizarse. Aunque ella y su esposo disfrutan juntos de muchas actividades, Mari Luz reconoce que el vacío es palpable, incluso si no están todo el tiempo encima de sus hijos. La sensación de que todo cambió repentinamente es un sentimiento común en esta etapa de la vida.
¿Cómo prevenirlo?
La clave para evitar ser arrastrado por el síndrome del nido vacío es “anticiparse y recordar que somos personas antes que madres o parejas. Nuestras metas y objetivos diarios no deben girar exclusivamente en torno a las necesidades de los demás”, según Laura Palomares, psicóloga. “Somos mucho más que un papel o lo que hacemos. Es crucial realizar actividades que nos hagan sentir bien para enfrentar los cambios de manera resiliente. Tener objetivos propios, mantener un equilibrio entre trabajo, ocio y tiempo libre, y mantener el deseo de aprender y desarrollarnos son fundamentales”.
Además, es útil prepararse para la partida de los hijos planificando cómo llenaremos el tiempo y la energía. “Esto puede involucrar participar en actividades que nos gusten, explorar nuevos pasatiempos o buscar oportunidades de voluntariado”, aconseja Isabel Aranda. También es importante encontrar placer en estar solos: “Reflexionar sobre uno mismo y practicar el autocuidado, aprendiendo a disfrutar de nuestra propia compañía, puede hacer que la transición sea más fácil”, añade la psicóloga.
¿Cómo ayudar a alguien con el síndrome del nido vacío?
Isabel Aranda destaca tres claves: “apoyo social, actividad y atención profesional”, para superar este proceso si se vuelve problemático. Además de la terapia, aquí hay algunas formas de ayudar a alguien afectado por este síndrome:
- Escucha y valida sus sentimientos. Presta atención y comprende sus emociones, dándoles importancia y respetando su tristeza, soledad o abandono.
- Ofrece compañía. Pasa tiempo con esa persona, muestra interés y planifica actividades juntos para reducir la sensación de estar solo.
- Fomenta nuevos intereses. Anímalo a explorar hobbies o actividades que llenen su tiempo y le den satisfacción.
- Amplía su círculo social. Ayuda a conocer nuevas personas y compartir experiencias.
- Mantén la comunicación. Mantén el contacto a través de llamadas, mensajes o videollamadas para mantener la conexión.
- Organiza reuniones familiares. Planifica encuentros familiares para mantener los lazos familiares.
- Brinda apoyo emocional. Anímale a expresar sus emociones y sé un confidente con quien pueda hablar.
- Sé paciente. Entiende que adaptarse lleva tiempo, brinda apoyo constante.
- Comparte experiencias. Si has vivido algo similar, comparte tu historia y cómo afrontaste los desafíos.
- Fomenta la autoestima y el autocuidado. Ayuda a enfocarse en el bienestar emocional y físico, animándole a cuidarse y buscar alegría.
- Promueve la ayuda profesional. Si luchan con los sentimientos, busca un profesional de salud mental.
Además, el ejercicio físico regular y ejercicios de Psicología Positiva, como escribir cartas expresando sentimientos o mantener un diario, también pueden ser útiles.
¿Cuándo es momento de consultar a un psicólogo?
Contar con apoyo de amigos y familia ayuda, pero ¿cuándo es necesario buscar ayuda profesional? “Si los síntomas de tristeza persisten y afectan tu vida, es momento de considerar terapia”, dice Laura Palomares. No es signo de debilidad, sino de fortaleza, dice Isabel Aranda. Estas son señales a considerar:
- Intensidad y duración de los síntomas. Si sientes tristeza, ansiedad o soledad durante mucho tiempo, afectando tu vida diaria.
- Dificultad en actividades diarias. Si te cuesta hacer cosas que solías disfrutar, como socializar o cumplir con tu trabajo.
- Aislamiento social. Si te alejas de amigos y familiares, sin tener a quién hablar de tus sentimientos.
- Cambios en el comportamiento. Si notas cambios en hábitos como comida, sueño o estado de ánimo, podría ser una señal.
- Problemas en relaciones. Si el síndrome afecta tus relaciones con pareja, familia o amigos.
- Pensamientos suicidas. Si tienes pensamientos de este tipo, busca ayuda inmediata de una línea de prevención o un profesional de salud mental.
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